martes, 9 de diciembre de 2014

El Coleccionista de Insultos



 Quisiera compartir con mis queridos lectores una alegoría budista  que en estos días de tanta violencia dejará pensativos a muchos, este tema lo encontré en el libro LA CULPA LA TIENE LA VACA, de Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo.  Cerca de Tokio Vivía un gran Samuray, ya anciano, que se dedicaba a enseñar  el budismo zen, a los jóvenes. A pesar  de su Edad,  corría la leyenda de que era capaz de vencer  a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba de que el adversario hiciera su primer movimiento y gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla. Conociendo la reputación del viejo samuray, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.
Los estudiantes de zen  que se encontraban  presentes se manifestaron  contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.
Decepcionado por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: ¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha,  en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros? El Viejo Samuray repuso: Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?, Por supuesto, a quien intentó entregarlo, respondió uno de su discípulos.
Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos – Añadió el maestro – cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.
Moraleja: Nadie nos agrede o nos hace sentir mal: Somos los que decidimos cómo sentirnos. No culpemos a nadie por nuestros sentimientos: somos los únicos responsables de ellos. Eso es lo que se llama asertividad.



 

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